MADRE Y TANGO
Mi madre, a la que no le quedan hijas cuerdas, me llama.
Vamos al casino, le digo que sí y no quiero.
Y la acompaño a la tarde de tango, y me rodeo de notas de acordeón y bailes pegados de piernas desnudas. Al fondo estrellas multicolores y el coro de gentes, variados trajes y mil voces tarareando a Gardel. De pronto nos encontramos sumergidos en pleno barrio La Boca teñido de rosas y añiles, envueltos en el vaho de cigarrillos mezclado con alcohol.
Observo a mi madre, entre sordera y vicio esta demacrada y delgada, a veces se pierde su mirada en el pensamiento, allí donde nadie puede entrar, quizás fue ella quien nos enseño a hacer como que no pasa nada, como que el mundo gira y uno gira, al son de la música lejana, ella se pierde en su pasado y yo en el desierto.
Sólo atino a tomar su mano.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario