LA LEÑA SECA
No hay astillitas. Esa era la frase casi gritada a las siete de la tarde, afuera la lluvia, la bruma, el olor a mar y la sangre apenas tibia. el calor de hogar dependía entonces de las astillitas, de la voluntad de mantener la hoguera ardiendo, la voluntad de tomar el hacha y rematar con fuerza un duro tronco de luma, con suerte si sale un eucalipto y no un aromo. Los palos son curiosos, tienen "su lado", parecido a los hombres.
El café al lado del fuego sabe grandioso, espeso, turco y grave. La manta sobre las rodillas y que el lugar solo sea iluminado por las llamas hace que el sentimiento aumente en intensidad, el silencio quebrado solo por el crepitar ensangrentado. Te llamo, y otra vez, no contestas.
Aquel que se arrimo a mi pecho, aquel quien añore cada noche.
No hay astillitas, y me apresuro a coger el hacha para dar golpes brutos como campesina abandonada, con manos ennegrecidas de tierra. Lleno ya el canasto y al mirarlo se que se repetirá el paisaje en una veintena de días
Me abandono al campo y al cielo. Me abandonas en el invierno, como a leña seca.
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