FAMILIA

Un día de torta de merengue con frambuesas, lejos la preferida del mayor porcentaje familiar, diabéticos y no, devoran con avidez los pedazos, casi peleandose para obtener el último trozo.

Observaba a los presentes y me asombra el poder de los gritos italianados que conforman la dinámica de grupo. Todos ríen, es lo mejor de todo al oído y a la vista, brillan los ojos y cada uno desea ser escuchado en su último encuentro con los seres ajenos al clan.

- Estaba en la cola del banco y fíjate que una vieja fea se coló y nadie dijo nada, hasta que me dirigí al guardia casi a gritos : soy un viejo también y tengo gota, me duelen los pies a morir ....

- ah noooooo, y que paso?

- la vieja igual paso.

- es que eres hombre

- bueno, ¿no quieren igualdad?

Todos celebran el evento y nadie refiere al tema de los iguales, lo que me inquieta, pues deseo que se establezca un tema a debatir, pero da la casualidad que nadie esta para discutir hoy, es un día alegre y ninguno pretende que sea más que eso: un día de reunión familiar sin gravedades, un oasis en lo cotidiano, de palabras efímeras y de calor de hogar .

No están los tiempos para lamentos, demasiado que cargar cada uno, ¿para que cargar al resto?.

Mientras ausculto el rostro de cada personaje, que esta vez son muchos, veo los rostros más cansados, hay una que otra arruga más marcada y los jóvenes, maravilla, rebosantes de vida. Me traslado a otras fiestas, y noto los cambios, noto el tiempo, y los nuevos seres que se han agregado a esta tribu, que siendo tan dispersa es tan unida.

Claramente las mujeres, que son mayoría, ordenan, llevan y traen bandejas con maravillas de platos sabrosos y adornados, todos en algún momento recordando que el afán del adorno fue entregado como herencia de la abuela.

El bullicio inicial baja el tono mientras se deja caer el rosa atardecer y los últimos rayos de sol van desapareciendo. Es hora de la despedida con el último vaso de horchata, elaborado ancestralmente por generaciones de mujeres labradoras de familias.