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sábado, junio 05, 2010


Lucrecia Borgia

De carácter firme y decidido, la bella Lucrecia fue iniciada sexualmente a temprana edad por su hermano en presencia de su padre entonces Cardenal de la Iglesia Católica, Rodrigo Borgia, posterior Papa Alejandro VI. Manipulada y manipuladora, se caso varias veces, con consentimiento del padre y hermano quienes la ambición parecía ser más fuerte que el honor o felicidad de Lucrecia.

Cuando se embarazó, de un padre desconocido para la historia pero que se tejen muchos rumores, tuvo su hijo pero para no mancillar el apellido de los Borgia, cuenta el mito que se sometió a un examen de la Iglesia para declararla virgen “post parto”.

Acusada de crímenes, envenenamientos (algunos entregados por Leonardo Da Vinci), amante de las artes de buen gusto y se le menciona como caritativa a la vez, no se sabe bien si todas sus acciones fueron hábilmente dirigidas por el padre y su hermano o sus traumas la llevaron a vivir la vida licenciosa.

¿Una parte de la historia o un mito?


A continuación copio textual:


Las más recientes investigaciones publicadas demuestran que Lucrecia Borga no sólo no fue la infiel esposa como se dice (y aún sería poco esperable dada la vergonzosa corrupción de costumbres del Renacimiento) sino que jamás utilizó ni mandó utilizar un puñal, espada ni arma alguna. Tampoco utilizó el mítico veneno de los Borgia (la cantarella). Es más, en palabras del inmortal historiador inglés William Thomas Walsh, "Lucrecia (...) según la historia, documentos y memorias dignas de fe, era en su época una de las mujeres más virtuosas y dignas de alabanza" (cfr. Isabel La Cruzada, Espasa Calpe Argentina, 1945) (Op.Cit.)
Pero lo que originó las gravísimas e infamantes calumnias dirigidas contra los hijos del Papa Alejandro VI, César y Lucrecia, fue el haber iniciado el plan de centralización y de unificación de Italia, conforma se estilaba en la Europa del momento. Esto significó, de paso, arrasar con las noblezas y poderes corruptos que oprimían duramente al pueblo. Así actuó Luis XI en Francia, Enrique VII en Inglaterra, Isabel y Fernando en España. Trayendo orden a la anarquía renacentista, los nobles y reyezuelos despojados, nada creyeron demasiado vil como para decir del Papa y su familia. Lucrecia fue víctima de las intrigas, la casaron y descasaron según conveniencias de la política circunstancial. Salvó de la muerte a su primer marido, se enamoró y vivió feliz con el segundo que le designaron, soportó las infidelidades del tercero con dignidad... y el final de su vida fue ejemplar. Quizá fue frívola y ligera como las mujeres de su época. Pero ya con su tercer matrimonio se dedica a asistir al teatro, a leer mucho, a divertir con su presencia: era elegante, culta (hablaba italiano, español, latín y griego), bella, y con mucha clase. Se dedicaba a obras de caridad, visitaba hospitales y hospicios, asistiendo personalmente a los desdichados y enfermos. Les levantaba la moral con sus cuidados, sus dádivas y alegre presencia. Los últimos años de su vida se retiraba con frecuencia a pasar largas temporadas al convento de San Bernardino. (Op.cit. Catholic.net).





Se tejen historias, se expanden los rumores, sobre todo los malignos en el morbo de la mente humana y sus lenguas. Me hace pensar en una cita de la Biblia cuando a Jesús le preguntan si se puede comer cerdo, que estaba prohibido por los judíos, a lo que contesta: “No es malo lo que entra a tu boca sino lo que sale de ella”.

Sorprende la dualidad de la información con respecto a esta mujer y la capacidad de la historia de ser manipulada también. Hay cartas escritas por ella, es bueno leerlas para tener una idea bastante más acabada y ahuyentar los dimes y diretes de tanta biografía que peca de ignominiosa.

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